
Ser resiliente: Es liderazgo
Desde hace varios años se habla con facilidad de resiliencia.
Pulsa aquí para ver la definición de resiliencia
El concepto de resiliencia se aplica a los diferentes ámbitos (materiales, psicología humana, ecología, urbana, movilidad …)
Mi reflexión de hoy va encaminada a darle el valor que tiene, analizando con más profundidad cuál es la composición de la esencia que nos permite a las personas ser resilientes.
En nuestras conversaciones solemos decir que de las situaciones complejas podemos aprender. Y es cierto. Todas las vivencias de la vida nos aportan conocimiento. Tanto las buenas como las que nos hacen sufrir. Los éxitos y los fracasos.
En ocasiones, las personas que pasan por situaciones muy dolorosas, se preguntan qué sentido tiene este dolor para ser un aprendizaje. Y añaden que también se puede aprender sin sufrimiento.
Ninguna persona puede comprender el porqué de las circunstancias más adversas en las que se encuentra. En muchas ocasiones las situaciones duras no tienen una relación causa-efecto.
Podríamos encontrar muchos ejemplos: enfermedades, muertes de personas jóvenes y no tan jóvenes, pérdidas del puesto de trabajo, accidentes, situaciones económicas muy penosas, …
Es frecuente escuchar cómo se pronuncian las frases: “tienes que intentar superarlo”, “mira hacia adelante“, “mira qué aprendizaje puedes sacar“, “saldrás fortalecido” …
El paso por las pruebas difíciles y su superación, nos deja en un estado diferente del que teníamos previamente.
No se puede ni simplificar ni banalizar el concepto de resiliencia en las personas.
Los procesos difíciles aportan sabiduría, fuerza interna y aprendizaje sobre uno mismo y sobre cómo afrontar los hechos. Todo ello para superarlo.
Ser resiliente es antagónico de sentirse, -indefinidamente-, víctima. Pero ante circunstancias adversas no nos exime del dolor.
Para superar los obstáculos de la vida hay que poner coraje, más que ser fuerte. Cuando el dolor que sentimos es importante, nadie nos puede pedir fortaleza, como si se tratara de una píldora que podemos comprar en una tienda cualquiera.
La fuerza es propia de cada uno. El proceso de superación es propio e intransferible. Cada uno tiene su ritmo para salir adelante y cada uno saca sus aprendizajes. Nunca los que nos dicen los demás.
Las personas somos más resilientes en función de la solidez de nuestros valores. La honestidad, la sinceridad, la bondad y la humildad nos permiten poner la fuerza necesaria para avanzar.
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El odio es un mal compañero de la vida de las personas. Atascarse en el victimismo y en el odio en la vida, a las circunstancias o a los demás, no permiten superar ninguna de las problemáticas que nos afectan.
Para ser resiliente necesitamos conectar con el más profundo de cada uno de nosotros, con nuestra esencia. Necesitamos poner un foco para evitar caer en el victimismo eterno, pero a la vez debemos respetar el dolor que sentimos. Mirar hacia adelante en el momento que podemos y permitirnos que a veces sólo podemos sentir dolor.
Después del tiempo, las personas miramos atrás y olvidemos una parte del dolor, -la herida que deja las circunstancias más duras- queda para siempre, pero entonces sabemos mirarnos y nos damos cuenta de que somos más fuertes, que hemos aprendido y que hacemos acciones que nunca habríamos sido capaces de hacer.
Lo que no tiene ningún sentido es pedir a las personas que seamos resilientes. En todo caso lo que tiene valor, es valorar el camino hecho y la resiliencia innata de cada uno de nosotros.
Esta es la grandeza del ser humano y tomar conciencia también es liderazgo.
En mi blog comparto reflexiones y pensamientos sobre los fundamentos que han de garantizar el buen funcionamiento de las organizaciones, situando en el centro a las personas y poniendo énfasis en la dirección por valores y en el liderazgo de los directivos.
En un momento como el actual, el respeto, la potenciación del talento y el establecimiento de relaciones de confianza son necesarios para el éxito de las empresas.