¡Basta ya de los que utilizan a los demás! Es tiempo del verdadero liderazgo por valores
En nuestra sociedad, observamos con preocupación cómo algunas personas alcanzan posiciones de poder e influencia no por sus méritos y capacidades, sino utilizando a los demás descaradamente para su propio beneficio personal. Son individuos que han escalado posiciones sin pasar verdaderos procesos de selección profesional, donde se evalúen a fondo su formación, experiencia y habilidades de liderazgo. En su ambición desmedida por alcanzar sus objetivos, todo les ha valido, sin reparar en los medios empleados ni en quién han tenido que pisar y utilizar.
Esta dinámica dañina es especialmente habitual, pero no exclusiva, del ámbito político. Se ha normalizado en demasiados sectores sociales, mientras que valores esenciales como la lealtad, el respeto y la generosidad se han vuelto demasiado escasos.
Quizá algunos consideren ingenua la idea de que el liderazgo debe fundamentarse en sólidos valores éticos y de servicio. Tal vez al leer esto asuman que busco un reconocimiento personal, que estoy dolida por algo, que tengo celos… Nada más lejos de la realidad. De verdad.
La frustración entre la ciudadanía de a pie que se esfuerza por estudiar, trabajar y actuar con integridad es cada vez mayor al ver cómo “otros” obtienen posiciones desde el egoísmo más abyecto, sin importarles el bien común. Esos “otros” abundan en política y empresa, buscando únicamente su beneficio personal desmedido.
Pero también existe un creciente movimiento de personas que solo queremos un liderazgo basado en el respeto. Quienes creemos que el mundo debe funcionar con valores sólidos, dando sin esperar nada a cambio, ayudando a quien lo necesita. Y no buscamos admiración alguna, solo la satisfacción de actuar con coherencia y sentirnos bien con nosotros mismos.
Pero eso no implica que la generosidad deba servir para alimentar los egos desmedidos y las ansias de poder de unos pocos. Quienes actúan así esconden enormes carencias emocionales e intelectuales.
La verdadera generosidad significa dar sin esperar recompensa. Pero requiere por parte del receptor, respeto y valoración del esfuerzo que ello conlleva para quien da con buena voluntad.
Es momento de que quienes ya actuamos con valores auténticos, sigamos haciéndolo con entereza, generosidad y sinceridad inquebrantables. Ante el egoísmo, la vanidad y la soberbia imperantes, debemos reafirmarnos más que nunca en nuestra cosmovisión y forma de proceder.
Reconociendo que como seres humanos cometemos errores, tenemos que perseverar en nuestro empeño por una conducta sinceramente íntegra. Quienes abogamos por un auténtico liderazgo ético, tenemos que seguir rodeándonos de gente “normal” que, con aciertos y errores, trabajamos con nobleza para construir un mundo mejor. Aunque nuestro trabajo sea muchas veces anónimo, es el único que tiene verdadero sentido y trascendencia.
Seguiremos observando con tristeza los egos desmedidos y vacíos de verdadero liderazgo. Veremos cómo aquellos que viven aplaudiéndose su propio ego alcanzan cumbres efímeras. Demasiadas veces pidiéndonos que les ayudemos a escalar esa cima.
Pero nosotros seguiremos dando sin esperar nada a cambio, si con ello aportamos algo positivo a la sociedad. Una sonrisa educada será más que suficiente respuesta a los ególatras, que en su ceguera no ven que son tan vulnerables como cualquiera. Pues por mucho que insistan en utilizar a otros, llegará un día en que caigan desde lo alto, cuando su falta de auténtico contenido humano ya no pueda sostenerlos más.
En mi blog comparto reflexiones y pensamientos sobre los fundamentos que han de garantizar el buen funcionamiento de las organizaciones, situando en el centro a las personas y poniendo énfasis en la dirección por valores y en el liderazgo de los directivos.
En un momento como el actual, el respeto, la potenciación del talento y el establecimiento de relaciones de confianza son necesarios para el éxito de las empresas.