Un camino tortuoso: Transformar, -o no-, los deseos en realidad

En nuestra vida diaria a menudo confundimos los deseos con los objetivos. Y a su vez mezclamos las emociones con la razón.

Para vivir necesitamos desear, tener y sentir las emociones. De alguna manera son nuestro motor. Si no sintiéramos y no deseáramos, seríamos inertes.

Pero nuestro hacer diario nos lleva a una mezcla permanente entre el deseo y el objetivo, la razón y la emoción.

Podríamos afirmar que el buen equilibrio entre estos factores pueden conducir a hacernos sentir que tenemos una vida satisfactoria.

Vemos que hay en este binomio deseo – objetivo y como recibe la influencia de la emoción y la razón.

El deseo es intangible en el momento que lo creamos y que lo sentimos. Es proyectar lo que consideramos que nos gustaría tener, vivir o ser. Podemos vivir toda una vida, deseando. Pero no sólo por el hecho de desear podemos conseguir nuestros objetivos.

De hecho, hay muchos deseos que nos dan bienestar, sabiendo que son “sólo” eso, deseos que nunca los haremos realidad. Este estado permanente de “deseo” nos puede dar satisfacción.

Los objetivos son metas que nos proponemos hacer realidad. En algunas ocasiones las personas decidimos pasar los deseos a objetivos. Esta no es siempre una decisión simple y normalmente requiere de valentía para hacerlo.

Lo que nos impide pasar los deseos objetivos es el miedo a no poder alcanzarlos.

En algunos casos creemos que no los podremos alcanzar y nos quedamos en este estado de “deseo”. Y esta afirmación pocas veces responde a la certeza. Podríamos decir que en muchos casos que querer es poder.

Bien sea por creencias culturales y por la educación que hemos recibido, normalmente somos nosotros mismos quienes rechazamos hacer este paso de hacer realidad nuestros deseos. Somos nosotros los que en ocasiones, nos ponemos los propios límites.

Entrando en el binomio razón-emoción, nos damos cuenta de que en algunas etapas de la vida necesitamos entregarnos a las emociones sin dar suficiente importancia a la razón. Si nos movemos “sólo” por las emociones podemos dejarnos llevar por caminos que nos pueden llevar al fracaso personal más absoluto, pues no podremos alcanzar ese deseo que habíamos convertido en “nuestro sueño”.

A veces cuando nos sentimos mal, estancados, o frustrados buscamos caminos conducidos, -sólo-, por las emociones. Sentimos que las emociones nos deben conducir a un plano diferente que nos haga sentir mejor.

Las emociones negativas están presentes en diferentes etapas de la vida de las personas. Es necesaria la firmeza interior para saber vivir con deseos y sueños a la vez que debemos añadir la razón para poder convertirlos en objetivos cuando lo decidamos.

El desarrollo interior de una persona debe dar herramientas para saber disfrutar de los deseos y los sueños pues son el motor de nuestra vida.

La firmeza interna nos dará pistas para saber cuando tomamos el camino exclusivo de las emociones para verter nuestras frustraciones o bien cuando escuchamos nuestras emociones, aplicamos la razón y logramos identificar cuáles son nuestros deseos y cuáles son nuestros objetivos, los cuales no tienen por qué coincidir.

Las crisis personales están formadas por muchos factores y están presentes en diferentes etapas de nuestra vida. Algunas personas dicen que viven en una crisis permanente. Y puede ser cierto que lo vivan así. Sea con la conciencia de la crisis personal en momentos puntuales o de más larga duración, en estas etapas tienen relevancia las emociones negativas: la frustración, el desconcierto, el cansancio, el desánimo …

Las emociones negativas son herramientas que nos dan información y necesitamos poner atención para saber identificarlas y comprender qué nos dicen sobre nosotros mismos y de los que nos informan.

Los adultos debemos saber identificarlas, contemplarlas, comprenderlas y superarlas, porque es en las crisis personales donde podemos descubrir qué nos duele, que nos limita y lo que queremos realmente.

Desde el equilibrio personal podemos crear e identificar nuestros sueños. Y desde este equilibrio debemos saber si queremos seguir disfrutando de los deseos en estado puro o en qué momento queremos convertir algunos deseos en objetivos.

Necesitamos aprender a ser realistas para no enmascarar la búsqueda de unos sueños que nada tienen que ver con nuestra propia realidad que no nos satisface. Si no lo hacemos bien, tanto si logramos como no el sueño, seguiremos con el mismo nivel de frustración personal.

Y sólo podremos optar a convertir los sueños y deseos en realidad, cuando tengamos la capacidad de identificar y canalizar nuestras emociones, respetándolas, comprendiéndolas y por tanto poner la suficiente dosis de razón y objetividad.

Cuando los sueños se llenan sólo de emociones, pueden convertirse en pesadillas.

Y ese es uno de los retos del ser humano: crear sueños, disfrutarlos y tener la capacidad de poner la dosis necesaria de razón para dar el paso voluntario y firme de transformar el deseo en objetivo.

Pensamos en la importancia de encontrar este equilibrio en los diferentes campos de actuación: en nuestra vida personal, en la empresa, en el trabajo, en la política y en defintiiva en toda la sociedad.

Nunca debemos renunciar a los sueños. Siempre tenemos que trabajar para mantenerlos y, -si queremos- conseguirlos.

El binomio razón-emoción es la respuesta para poder transformar, -si queremos-, los sueños en realidad.

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