El liderazgo y la gestión del miedo en la pandemia

El liderazgo y la gestión del miedo en la pandemia 

Lo hemos dicho una y mil veces. Vivimos unos momentos realmente difíciles de nuestra historia. Para los que no vivimos la Guerra Civil es sin duda, el momento más complicado. El miedo es presente en la pandemia.

Todos hemos vivido momentos complicados en nuestra vida. Bien sea por motivos de salud, por pérdida de seres queridos, por causas profesionales o sociales. Pero si somos objetivos el momento actual es extremadamente complicado.

La Covid-19 lo invade todo. Ha habido 7.800 Millones de personas confinadas en todo el planeta al mismo tiempo. Inaudito. Un elemento, tan pequeño como invisible, causa estragos. El virus se lleva vidas, salud, empresas, puestos de trabajo, escuelas, relaciones sociales e ilusiones.

Y nos ha llevado y nos deja la tristeza por la pérdida de seres queridos, el dolor que sentimos al ver el sufrimiento de los enfermos, empresas sin clientes, empresas cerradas, paro, niños sin escuelas, patios sin juegos, soledad  y también mucha incertidumbre. Ahora, miramos hacia adelante y no sabemos cuál es el camino que hay, e … incluso si lo hay.

Considero muy simplista y una falta de responsabilidad social, decir que el virus también abre oportunidades. Claro que las abre. La pandemia nos ofrece nuevas formas de trabajo, nuevas profesiones y permite iniciar nuevos proyectos y llegar a nuevos mercados. Pero todo esto no compensa nada de lo que estamos viviendo. Y no lo compensa porque lo que se abre de nuevo es infinitamente inferior al que se lleva, tanto en cantidad como en calidad.

Un solo ejemplo lo podemos encontrar en este ya famoso “teletrabajo“. Si somos sinceros, para la mayoría de personas que lo pueden hacer (pocas del total de profesionales) significa trabajar con más dificultades, más horas de pantalla fría de ordenador, más esfuerzo, menos contacto humano con todo lo que esto conlleva y en muchos casos jornadas interminables que se suman con ser cuidador y profesor de niños. Todo ello: indeseable, incómodo o un imposible.

Pero hoy quiero reflexionar sobre cómo el MIEDO  se ha apoderado de todos nosotros.

El miedo es una emoción que nos avisa del riesgo de contraer el virus. Este es un miedo “sano”. No lo podemos confundir con el miedo que nos ahoga por completo.

El miedo informa. Nos indica que si no mantenemos la distancia social de seguridad, la falta de uso de  mascarilla o de higiene de manos, tenemos un alto riesgo de contagiar o de ser infectados por el virus.

Por lo tanto el miedo es sin duda un avisador sano del ser humano.

Pero la pandemia genera un miedo que va más allá. Tenemos miedo de todo y eso nos enmudece y nos paraliza.

Es conocido que los gobernantes de muchos países (cuando menos desarrollados, más) utilizan el miedo como una herramienta potente para aplicar las medidas que les convienen aplicar a la población.

El miedo es una herramienta que no sólo usan los gobernantes o los políticos sino que también es una herramienta que utilizan algunos de los responsables de organismos o instituciones, sean al nivel que sean.

El líder reconoce su miedo y en ningún caso la utiliza para gestionar los equipos, o los individuos.

El verdadero líder, es aquel sabe afrontar el miedo sin perder la objetividad.

Un líder sabe dirigir (liderar) desde la seguridad en sí mismo y promueve y cree en el conocimiento.

El líder es responsable y sabe transmitir la importancia de la responsabilidad que les corresponden a los demás.

Un líder educa y favorece la transmisión de conocimiento para que las personas puedan crear su opinión y tener criterio.

El líder educa, forma, confía, da herramientas para que sus colaboradores (y también los ciudadanos) tengan suficiente conocimiento, información y criterio para hacerlos responsables de sus actos.

Todos los países necesitan hacer una apuesta clara por la educación y por el conocimiento, a todos los niveles. Este es un proceso largo en el tiempo. Imprescindible para tener una sociedad que funcione bien.

Los países que desde hace muchos años han creído seriamente en la educación, tienen gobernantes formatos que no usan el miedo como herramienta de gestión.

A menudo se comparan decisiones políticas de diferentes países y las respuestas de sus ciudadanos de la misma manera que se hace en diferentes empresas y organizaciones. Las respuestas no son comparables entre países o entidades con diferentes niveles de educación a todos los niveles.

La educación no se limita sólo una buena formación académica, -que también es imprescindible-, sino que es enseñar a crear opinión, a tener visión completa, a profundizar para opinar. Es entonces por ejemplo, que elimina la telebasura, el periodismo sensacionalista o buena parte de las fake news.

Sin embargo, hay que decir que el mundo  ideal y perfecto no existe.

Los dirigentes que fundamentan su gestión en el miedo, son los que el miedo les gobierna a ellos.

Seamos todos nosotros, los ciudadanos, quienes asumimos nuestras responsabilidades en la pandemia, seamos cuidadosos al máximo para no infectar ni infectarnos. Pero abramos los ojos y evitamos caer en una vida de pánico.

Observemos que cuanto más espacio demos al miedo, menos derechos y libertades tendremos todos nosotros.

(Sólo hay que darse cuenta de que hemos llegado al punto de tener prohibido ver nuestros padres y nuestros hijos!)

Tengamos todos opinión cualificada y esforcémonos para crearnos-la. No nos quedemos en la superficie. Profundicemos en serio. Opinemos con rigor. Seamos responsables al máximo. Pero seamos líderes de nosotros mismos y tengamos el miedo justo que nos avise del peligro, no el que nos paralice nuestra vida.

Vivimos en un país, que podemos definir como país europeo del primer mundo, en el que la escolarización es obligatoria. Quedan muchos recursos para dedicar a la educación. Esto es indudable. Pero tenerla, la tenemos.

Seamos todos líderes de nosotros mismos. Y aprendamos a distinguir el riesgo objetivo –aplicando responsabilidad-, de la paralización por el miedo, llevado al límite. Hagamos que el pánico no se apodere de nosotros, porque desde el pánico no se crea ni opinión, ni proyectos, ni ilusiones ni vida.

La vida sigue. El virus no tiene que ganar la partida. Hagámoslo posible. Y hagámoslo desde la libertad y la responsabilidad, no desde el miedo.

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