Liderazgo por valores en política: Un desafío constante

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Liderazgo por valores en política: Un desafío constante

A raíz de los nuevos nombramientos en el gobierno de la Generalitat de Cataluña, encabezado por el presidente Salvador Illa  y después de diferentes conversaciones con buenos amigos, hemos vuelto a compartir diversas reflexiones sobre el papel de los líderes públicos y la importancia del liderazgo por valores en el ámbito político.

Para empezar, hay que reconocer que el rol de los directivos públicos ha tenido cambios significativos en las últimas décadas. Creo que podemos afirmar que los mejores directivos y políticos sufren más que nunca.

El auge de las redes sociales ha tenido un impacto determinante, a menudo nefasto, en la manera de hacer política.

Demasiadas veces, las acciones de los gobernantes se ven condicionadas por el ruido mediático, los troles, los robots y los comentarios y opiniones cargados de prejuicios y odio.

Es frecuente escuchar:

  • “Si estás dispuesto a ir al gobierno, debes estar dispuesto a escuchar que te digan de todo”.
  • “Tienes que tener las espaldas anchas y nada te debe afectar, inventen lo que inventen”.
  • “Te has de saber adaptar y si hace unos años decías blanco y ahora toca decir negro, pues no pasa nada: espaldas anchas”.

Resulta complicado hacer una política de contenidos y valores cuando el debate se ve enturbiado por este ambiente tóxico.
Y aún es más difícil dar a conocer lo que se hace realmente y conseguir transmitirlo con objetividad y rigor.

Este ruido mediático acaba condicionando las actuaciones del gobierno. Lo que se hace bien, pasa desapercibido, mientras que los errores, comentarios insultantes, inventos y faltas de respeto se propagan como la espuma.

Al final, el ciudadano siente desánimo, a pesar de los esfuerzos de quienes lideran los departamentos, y cada vez es más difícil tener la voluntad y disposición de dedicarse a la política o formar parte de ella, con estas condiciones.

Es cierto que algunos nombramientos responden a intereses partidistas o a la colocación de afines sin conocimientos ni profesión conocida, pero también es verdad que hay muchas personas que dedican tiempo, esfuerzo y desgaste al servicio público, con poca o ninguna recompensa –que quizás ni esperan ni piden- aunque  sería deseable que tuvieran el respeto que merecen como profesionales.

Me cuestiono en cada cambio de gobierno si es realmente necesario cambiar a todos los directivos de primer y segundo nivel cada vez que hay un cambio de color político.

(No me refiero al actual gobierno que se está formando, pues algunos se mantienen, otros son nuevos y de otros aún no lo conocemos).

Los nombramientos de directivos en cualquier gobierno y ámbito de gobierno deberían estar ligados sobre todo a la competencia profesional demostrada por encima de la militancia política o las afinidades partidistas.

Siempre debe prevalecer la competencia profesional adecuada al puesto que van a ocupar.

Y sí, es lógico que los directivos deben compartir la visión y los valores políticos, pues en caso contrario podría generar un problema para aplicar determinadas políticas. Pero un tema es alinearse con valores si hay competencia profesional y otro es ser del partido y no tener ningún conocimiento ni competencia profesional para el puesto que van a ocupar.

Otro aspecto controvertido es la ley de transparencia que obliga a los cargos públicos a exponer públicamente su patrimonio. Más allá del cuestionamiento mediático que supone, de poco sirve conocer los bienes de un directivo o consejero. Sería más lógico que la autoridad competente supervisara si hay cambios sustanciales de patrimonio durante el mandato.

¿Todos están dispuestos a hablar de sus hipotecas, o de los años de antigüedad que tiene su coche, o de a nombre de quién consta la vivienda, o de su valor, o de si es de propiedad o de alquiler… en el supermercado cuando va a hacer la compra?
¡Al fin y al cabo todo ello se ha publicado en los medios!

Recuerdo que cuando entré como concejal en el ayuntamiento entregué el certificado de patrimonio al secretario. Entregué el documento equivalente cuando dejé el cargo. Habría sido lógica una investigación si el cambio entre uno y otro hubiera sido relevante. De hecho, yo estaba en la oposición y, por tanto, no sé cómo la oposición se puede enriquecer siendo concejal, pero en todo caso, la transparencia tiene sentido con el órgano competente. Nada más.

Con amigos que hemos seguido de cerca la política, reflexionábamos sobre cómo ha evolucionado esta práctica en las últimas décadas. Se están nombrando brillantes currículos en este gobierno, pero pocos provienen del mundo privado, ya que además de lo que he comentado, el paso por la política a menudo dificulta la reinserción profesional posterior y, además, supone entregarse al insulto, la crítica y al acoso mediático sin ningún rigor ni objetividad.

Un buen amigo que siempre ha estado ligado a la política y ahora está jubilado, ayer me confesaba: “No me pidas que lea el borrador de tu segundo libro sobre liderazgo por valores. Me duele leer sobre eso.Esta frase me recuerda la necesidad constante de luchar por integrar los valores éticos en la práctica política y hoy no la veo. Me siento lejos de todo eso”.

El liderazgo por valores en la política es un desafío permanente. Requiere coraje, integridad y la voluntad de superar las presiones del momento para hacer prevalecer el bien común.

Como sociedad, debemos exigir este compromiso a nuestros representantes, pero también estar dispuestos a escuchar más allá del ruido y a cuestionar nuestros propios sesgos.

Todos debemos ser objetivos y respetuosos. De otra manera, nos hacemos daño a nosotros mismos y a la sociedad.

Solo así podremos revitalizar la política y fortalecer nuestras instituciones democráticas.

Fotografía. Autora. Núria Aymerich

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