Señores y señoras: el liderazgo por valores no es una opción, es una necesidad
Señores y señoras: el liderazgo por valores no es una opción, es una necesidad
Mientras escribo estas líneas, 222 familias lloran por sus muertos en la provincia de Valencia y 5 más —-como mínimo-— esperan encontrar los cuerpos de sus familiares. 1,660 familias no pueden volver a sus casas. Cientos de empresas destruidas. Polígonos industriales arrasados. Miles de trabajadores han perdido sus empleos. Carreteras destrozadas. 100.000 vehículos destruidos. Dolor. Desesperanza. Frustración. Tristeza. Impotencia. Miles de vidas rotas.
La DANA, 26 días después, sigue mostrando la cruel realidad de un sistema que ha olvidado para qué existe: servir a las personas.
La respuesta política ante esta tragedia resume perfectamente la crisis de liderazgo que vivimos: una batalla campal por la supervivencia política. Ellos —los mediocres— luchan por sus puestos de la supuesta relevancia social, por sus ventajas, por sus coches oficiales y por “disfrutar” de la veneración de los suyos, mientras los ciudadanos siguen llorando y sacando barro -real y metafórico— de sus calles y de sus hogares. Ni el presidente de la Generalitat Valenciana, Sr. Mazón, ni su equipo, han sido capaces de pronunciar un simple “lo siento”. No han cedido el paso a equipos técnicos que realmente pudieran gestionar la reconstrucción. Prefieren tapar con mentiras su falta de compromiso y de responsabilidad.
¿Y qué ocurre cuando los ciudadanos se sienten abandonados?
Las encuestas nos dan la respuesta: surge el apoyo a la extrema derecha. No porque la gente quiera mano dura, sino porque busca desesperadamente responsabilidad y compromiso real. Es el mismo fenómeno que explica el resurgimiento de Trump en Estados Unidos: un grito de protesta contra un sistema democrático que no resuelve los problemas reales.
Pero seamos honestos: ¿quién gobierna realmente el mundo? Los grandes fondos de inversión y poderes económicos que determinan la vida de las pymes, ese 90% del tejido empresarial que se ahoga entre papeleos infinitos y regulaciones absurdas. Para estos poderes, el liderazgo por valores es una ingenuidad, una molestia que ignoran mientras cuentan sus beneficios.
Las consecuencias son devastadoras: mientras las guerras siguen matando a miles de inocentes, los poderosos celebran sus resultados económicos. Ellos no huelen el hedor de las calles de Paiporta ni de las más de 70 ciudades afectadas, no sienten la humedad de los garajes anegados, no sufren la angustia de llegar a fin de mes ni saber qué será de ellos dos días o dos meses después, o en el futuro. Viven en su burbuja de privilegio, ajenos al dolor que sus decisiones provocan.
Después de 30 años que llevo predicando la necesidad de un liderazgo por valores, podría parecer que es tarde, que soy una ingenua más. Pero los miles de líderes anónimos que lo practican cada día demuestran que es posible. En hospitales, escuelas, pequeñas empresas y administraciones locales, hay personas que entienden que liderar es servir, que el poder es responsabilidad.
El liderazgo por valores no es una opción romántica: es una metodología probada, (consulten el libro que publiqué: “Mossos. Un model de lideratge”) un camino claro hacia una sociedad más justa y funcional.
Se puede aprender, se debe implementar. Cada día que pasa sin hacerlo nos cuesta vidas, destruye familias y erosiona nuestra sociedad.
La pregunta no es si el liderazgo por valores funciona. La pregunta es: ¿cuánto dolor más necesitamos para entender que es nuestra única salida? ¿Cuántas tragedias más tienen que ocurrir para que exijamos un cambio real en cómo se ejerce el poder?
Mientras los grandes poderes siguen jugando su juego de tronos particular, miles de ciudadanos sufren las consecuencias. No es tarde para cambiar el rumbo, pero necesitamos actuar ahora.
El liderazgo por valores no es una opción: es una necesidad urgente para la supervivencia de nuestra sociedad democrática.
La esperanza existe. Está en cada líder anónimo que hoy, a pesar de todo, elige hacer lo correcto. Está en cada ciudadano que exige más de sus representantes. Está en cada uno de nosotros cuando decidimos que ya es suficiente.
El cambio es posible. El cambio es necesario. El cambio empieza hoy.
En mi blog comparto reflexiones y pensamientos sobre los fundamentos que han de garantizar el buen funcionamiento de las organizaciones, situando en el centro a las personas y poniendo énfasis en la dirección por valores y en el liderazgo de los directivos.
En un momento como el actual, el respeto, la potenciación del talento y el establecimiento de relaciones de confianza son necesarios para el éxito de las empresas.