Mujeres: Somos. Existimos. Persistimos
En este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, se hace necesario reflexionar sobre la compleja realidad que aún vivimos las mujeres en nuestra sociedad. A pesar de los avances conseguidos, persiste una lucha constante por alcanzar una igualdad real y efectiva en todos los ámbitos de la vida.
Desde mi perspectiva como bióloga y estudiosa de la etología, reconozco la existencia de ciertos rasgos comportamentales innatos que caracterizan, en términos generales, las diferencias entre hombres y mujeres.
Las hembras, en la mayoría de especies, incluida la humana, mostramos un instinto cuidador más desarrollado, mientras que los machos tienden a exhibir comportamientos más orientados a la provisión y la protección.
Sin embargo, estos rasgos biológicos han sido utilizados históricamente para justificar y perpetuar un sistema de desigualdades que ya no tiene cabida en la sociedad actual.
La problemática radica en cómo la sociedad ha aprovechado estas características innatas para construir un entramado de roles y expectativas que a menudo limitan el desarrollo pleno de las mujeres. Sectores profesionales vinculados a los cuidados, mayoritariamente feminizados, sufren una sistemática infravaloración que se refleja en condiciones laborales precarias y salarios bajos.
Esta realidad ejemplifica una doble discriminación: se aprovecha una predisposición natural positiva para asignar roles específicos y, al mismo tiempo, se devalúa la importancia de estas tareas esenciales para la sociedad.
Mi trayectoria profesional en entornos tradicionalmente masculinos me ha permitido constatar de primera mano cómo las mujeres a menudo tenemos que demostrar el doble de capacidad para obtener el mismo reconocimiento. Es una realidad que muchos hombres, incluso aquellos con buenas intenciones, no son plenamente conscientes de los sesgos inconscientes que arrastran, fruto de una cultura machista profundamente arraigada en nuestro tejido social.
Resulta especialmente preocupante observar cómo, a pesar de los avances conseguidos por generaciones anteriores, emergen actualmente tendencias regresivas, particularmente entre algunos sectores más jóvenes. La normalización de comportamientos controladores en las relaciones de pareja o el cuestionamiento de los movimientos feministas son señales de alarma que no podemos ignorar.
La lucha por la igualdad real requiere un compromiso firme en varios frentes: la eliminación de la brecha salarial, el acceso equitativo a posiciones de responsabilidad, la dignificación de las profesiones tradicionalmente feminizadas y el respeto por las elecciones individuales de cada mujer.
Es fundamental mantener una educación constante en valores de igualdad y respeto, que permita desterrar los prejuicios y estereotipos que aún persisten.
La clave no radica en negar las diferencias biológicas existentes, sino en impedir que estas se utilicen como excusa para perpetuar desigualdades sociales y laborales. Cada persona, independientemente de su género, debe tener la libertad de desarrollar su potencial sin limitaciones impuestas por prejuicios o expectativas sociales.
En este Día Internacional de la Mujer, reafirmo nuestro compromiso con la construcción de una sociedad más justa e igualitaria. Una sociedad donde ser mujer no implique tener que demostrar más, justificar más o luchar el doble para obtener el mismo reconocimiento y respeto.
El camino es largo, pero cada paso que damos nos acerca a este objetivo irrenunciable.
En mi blog comparto reflexiones y pensamientos sobre los fundamentos que han de garantizar el buen funcionamiento de las organizaciones, situando en el centro a las personas y poniendo énfasis en la dirección por valores y en el liderazgo de los directivos.
En un momento como el actual, el respeto, la potenciación del talento y el establecimiento de relaciones de confianza son necesarios para el éxito de las empresas.