La vigilancia que nos desnuda: una reflexión sobre la Intimidad

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La vigilancia que nos desnuda: una reflexión sobre la intimidad

Siempre me ha molestado profundamente cualquier atentado a mi intimidad. Es una sensación muy personal, que sé que comparto con muchas otras personas.

He tenido a más de 4.000 clientes en procesos de desarrollo de liderazgo y me han contado sus sentimientos, sus pensamientos y sus vivencias. Ellos me lo han contado, nunca les he preguntado. Incluso como profesional hubiera sido entrar en su intimidad. Este es un espacio sagrado. Sinceramente, una vez doy por cerrada la sesión, olvido su contenido, que curiosamente solo puedo recordar en una siguiente sesión. Solo pienso en ellos entre sesión y sesión, lo que se refiere a emociones, no a sus vivencias. Pienso en si estarán bien o mal… solo eso.

Por ejemplo, me duele que alguien se atreva a abrir mi bolso y mirar qué hay dentro. No hay ningún secreto, no contiene nada que no se pueda ver, ni saber, pero forma parte de mi espacio. Es por eso por lo que nunca me he permitido mirar la cartera de mi hijo, de mi pareja o el móvil de uno u otro o su cuenta bancaria, por decir solo algunos ejemplos.  No soy capaz de recordar ni el número de acceso a sus dispositivos. No conozco contraseñas de nadie, no miro nunca la pantalla de un compañero de trabajo. Es una cuestión de principios fundamentales: los espacios propios e íntimos son sagrados.

El nuevo Real Decreto 933/2021 Real Decreto 933/2021,me ha hecho reflexionar profundamente sobre estos principios. Esta normativa, que obliga a los establecimientos de hostelería y a las empresas de alquiler de vehículos a recopilar datos exhaustivos de sus clientes – desde documentos de identidad, sexo y hasta relaciones de parentesco – representa un paso más en esta erosión constante de nuestra privacidad. Todo ello, naturalmente, bajo “la excusa” de la lucha contra el terrorismo y el crimen organizado.

Quienes me conocen saben que soy una acérrima defensora del trabajo de los cuerpos de seguridad y que deben contar con todo tipo de herramientas para hacer frente a los delitos y parar y detener a los delincuentes. Necesitamos una sociedad segura y por ello debemos dotar de herramientas a los profesionales.

Vivimos en una sociedad que se ha convertido en un auténtico “Gran hermano“. Cada clic que hacemos, cada movimiento, cada decisión cotidiana queda registrada en alguna base de datos. Creo que por un doble objetivo: el primero:  económico, con nuestros datos pueden “ofrecernos” aquellos productos y servicios que más nos encajan, más nos gustan o más necesitamos, aunque sea a nivel emocional. Por otro lado, el control. Cada vez más los gobiernos y los grandes poderes económicos tienen un control absoluto a través de todo lo que hacemos, clicamos, miramos, consultamos…

Y ahora, con este nuevo decreto, se nos pide más y más. Tener que explicarlo todo sobre nosotros mismos solo para alojarnos en un hotel es un atentado claro contra nuestro propio espacio.

Como experta en liderazgo, he defendido siempre que los valores no son opcionales, pues son la base de cualquier organización sana. Y el respeto a la intimidad es un valor fundamental que está siendo sistemáticamente ignorado. No podemos tratar a las personas como simples mercancías al servicio de algunos, como si solo fuéramos datos para ser almacenados y analizados.

La seguridad es importante, sí. Lo conozco de cerca y nunca voy a minimizar los esfuerzos en este sentido. Pero cuando la seguridad se convierte en una excusa para menoscabar derechos fundamentales, debemos preguntarnos: ¿qué precio estamos dispuestos a pagar? ¿Qué precio estamos pagando? ¿Qué tipo de sociedad estamos construyendo para el futuro?

El verdadero liderazgo es aquel que transforma las organizaciones en positivo y la sociedad, debe partir del respeto profundo a la dignidad humana. Y la intimidad, ese espacio propio que todos necesitamos, no es un prescindible: es una parte esencial de esta dignidad.

Es hora de que alcemos la voz. Que defendamos estos espacios íntimos que nos hacen humanos. Que exijamos un equilibrio real entre la seguridad y la privacidad. Porque en esta sociedad hiperconectada e hipervigilada, los valores deben ser más importantes que nunca.

No podemos permitir que el miedo y la desconfianza destruyan aquello que nos hace verdaderamente humanos: nuestra capacidad de tener un espacio propio, íntimo e inviolable.

El liderazgo por valores no es una opción: es una necesidad urgente en estos tiempos de vigilancia masiva y control sistemático. El respeto a las personas, el respeto a su privacidad, el respeto a su intimidad son valores esenciales.

Es hora de actuar en consecuencia.

 

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