Liderazgo: un camino hacia la paz

Liderazgo: un camino hacia la paz.

A lo largo de nuestra vida son muchas las situaciones que nos provocan dolor, enojo, frustración, decepción e incluso rabia y, reaccionamos ante estas situaciones.

Este conjunto de emociones son naturales ante determinadas situaciones como son las injusticias, la falta de respeto, la humillación, el abuso de poder, el desprecio, la mentira o el engaño. En muchas ocasiones estas situaciones las provocan hechos externos a nosotros, mientras que en otros casos, somos nosotros mismos y nuestro estado interior, quien genera las emociones, independientemente de lo que ocurra en el exterior.

Afortunadamente las personas no somos máquinas y muchas veces nuestras emociones determinan nuestras reacciones, a veces de forma casi instintiva.

Nuestro cerebro reacciona automáticamente ante las situaciones que nos hacen daño pero también nuestro cerebro tiene la capacidad de comprender qué es y cómo es nuestra emoción y sabe analizar la correspondiente reacción. Es entonces cuando podemos gestionarlas.

Si no fuera así, el mundo sería sólo instintivo.

En situaciones adversas, nuestro instinto nos puede llevar a gritar, a luchar, a dar golpes, a ser violentos, a poner distancia con la situación o con las personas, o a encerrarnos con nosotros mismos.

El liderazgo es también un estado de evolución personal que nos permite saber analizar nuestro propio estado, leer bien la situación y definir un plan de acción  que podremos llevar mejor a cabo en función de nuestra madurez personal.

Ciertamente, cuando se siente dolor es más fácil gritar que hablar, es más fácil hacer ruido que dialogar y es más fácil mantenerse enfadado que llegar a acuerdos.

Hace unos años, una persona conocida mía quiso tomar un café conmigo para darme un mensaje personal: “Estoy a favor de la violencia para defender una causa“. De aquella conversación, recuerdo especialmente mi reacción: “Ah. Acepto “. Yo no podía estar en desacuerdo con su reacción. Era su manera de ser y de pensar.

Mi reacción es y era diferente: siempre estoy en contra de la violencia y a favor de la paz.

Estar a favor de la paz, significa practicar la paz. Y eso quiere decir que se debe dedicar esfuerzo a escuchar sinceramente a los demás, estar dispuestos a comprenderlos y comprenderlos y ponerse a uno mismo como principal objetivo , el acuerdo por el bien de todos.

Estas acciones son difíciles de llevar a la práctica cuando nos sentimos agredidos, incomprendidos y cuando sentimos que nuestros valores no son respetados.

Pero el liderazgo es imprescindible en estos momentos. En los momentos más difíciles de la vida, es cuando hay que saber encontrar lo mejor de nosotros y ponerlo al servicio de todos.

Practicar la paz, significa renunciar a moverse sólo por el instinto. Quiere decir reflexión y autogestión. Significa también conectar con la propia humildad. Es no querer ganar para seguir alimentando nuestro ego. Es no querer ganar, -sólo- porque se tiene razón.

Practicar la paz no es en ningún caso renunciar a los objetivos. Es necesario mirar a nuestro espejo interno y preguntarnos qué queremos realmente: alcanzar un objetivo o ganar para complacer nuestro ego.

Practicar la paz se puede hacer gestionando nuestras más íntimas emociones, y para ello podemos hacernos algunas preguntas: ¿Qué nos provoca realmente dolor? ¿Con qué y con quién estamos enfadados? ¿Cuánto estamos de enfadados con nosotros mismos? ¿Cuánto dolor sentimos por no ver hecha realidad nuestras expectativas en nuestra vida? ¿Qué es y cómo es la paz que nosotros sentimos internamente? ¿Cómo buscamos fuera llenar el vacío que nosotros sentimos? ¿Cómo buscamos en el conflicto, la respuesta a nuestro propio conflicto?

El liderazgo requiere de la honestidad consigo mismo.

Las relaciones humanas sólo son saludables cuando somos capaces de comprender que ganar por encima de los demás no es el éxito. Un mundo de ganadores y perdedores es un mundo de fracaso.

Todas las personas nos movemos en un poliedro complejo de razones que son válidas para cada uno de nosotros.

El yo contra ti y el tú contra el yo, es el campo de batalla donde el ego de las partes ocupa el máximo de espacio. Sumar fuerzas en el campo de batalla del ego, debilita la humanidad.

Es tiempo para reclamar liderazgo y en concreto el liderazgo transformacional que es aquel que actúa de acuerdo con los valores del respeto, de la humildad y de la generosidad.

Puedes leer más sobre liderazgo transformacional, pulsando aquí…

Y este no es un cuento de hadas de un mundo irreal o imposible. Si somos sinceros, lo sabemos. Eso si, es un reto difícil, porque es más simple moverse por la emoción que moverse por la gestión de la emoción y las razones.

El verdadero objetivo son las personas, su bienestar, la justicia social y la calidad de sus relaciones.

Es más difícil conectar con la grandeza del ser humano que con la pequeñez del gran ego.

La frase que más bien lo resume es la de   Mahatma Gandhi .

“No hay un camino para la paz, la paz es el camino”.

Y el camino hacia la paz requiere de mucha fuerza interna, de coraje, de generosidad, de humildad, -de verdadera humildad-, de superar el ego -individual y colectivo-. Todo ello sin desfallecer ni renunciar a los verdaderos objetivos, siempre al servicio del bien de todas las personas.

La paz comienza en nosotros y en la paz que podemos sentir internamente cada uno de nosotros.

Pongámonos  a ello aunque nos cueste. Tiene sentido para todos nosotros, para nuestros hijos y para el futuro de todos.

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