Liderazgo más allá del límite
Esta semana he tenido el privilegio de presidir el jurado de la Obra Social Smatsa y escuchar una conferencia que me ha hecho vibrar el alma: la del nadador David Meca .
Como persona dedicada en cuerpo y alma al liderazgo por valores, sus palabras han resonado profundamente en mí, provocando reflexiones que quiero compartir.
Lo primero que me ha impactado es cómo somos capaces de mover toda nuestra fuerza interna cuando nos impulsa una ilusión, un reto que está verdaderamente alineado con lo que queremos y lo que somos.
David Meca lo ejemplifica perfectamente: ante una injusticia (una acusación falsa de dopaje), luchó incansablemente durante dos años y medio para demostrar su inocencia. Esta parte de su historia me resuena especialmente, ya que yo también he formado parte de equipos que han luchado para defender a personas que han sufrido grandes injusticias basadas en mentiras.
Me ha impresionado especialmente cómo, a pesar de ser un deportista individual que nada millones de brazadas en solitario, siempre habla del “nosotros”. Entiende que forma parte de un equipo más grande, aunque sea él quien se enfrenta físicamente a los retos más duros, hasta el punto de tocar la muerte.
Una lección vital sobre el verdadero liderazgo.
Esta charla me ha conectado con experiencias propias muy íntimas. Como cuando, durante el Camino de Santiago, continué caminando a pesar de tener los pies llenos de llagas abiertas, con sangre y dolor. A pesar de que el médico me aconsejó sabiamente que no hacía falta tanto esfuerzo, seguí adelante, imparable, día tras día. Soy así: incansable para alcanzar los retos más difíciles en los que creo, aunque esto signifique poner en riesgo mi bienestar.
Ahora me pregunto: ¿he aprendido algo de todo esto? Creo que luchar hasta el cansancio vale la pena cuando la causa lo merece.
Como experta en liderazgo, esta experiencia me ha recordado que los valores no son solo palabras bonitas en una presentación corporativa. Son la fuerza que nos empuja a superarnos, a luchar contra las injusticias, a persistir cuando todo parece imposible.
Para mí, la respuesta es clara:
Las causas que realmente valen la pena son aquellas que se fundamentan en valores, en mejorar la vida de las personas, en contribuir a hacer más justa nuestra sociedad.
En un mundo donde a menudo confundimos lo urgente con lo importante, quizás la verdadera sabiduría está en saber elegir las causas por las que vale la pena cruzar océanos, literal o metafóricamente.
Pero la reflexión final me lleva a cuestionarme: ¿todos estos esfuerzos desmesurados, tanto los míos como los de otros, se fundamentan siempre en estos nobles propósitos?
En mi blog comparto reflexiones y pensamientos sobre los fundamentos que han de garantizar el buen funcionamiento de las organizaciones, situando en el centro a las personas y poniendo énfasis en la dirección por valores y en el liderazgo de los directivos.
En un momento como el actual, el respeto, la potenciación del talento y el establecimiento de relaciones de confianza son necesarios para el éxito de las empresas.