
Liderazgo, resiliencia y amor: Triky una lección
La semana ha sido intensa profesionalmente. Aunque no es ninguna novedad, hoy podría escribir múltiples entradas en el blog sobre diversos temas. He tenido reuniones y encuentros que me han hecho reflexionar, alguna quizás más que otras semanas. Tal vez es que estoy más sensible…
Pero de todos los temas que esta mañana de domingo tengo en mente, elijo el viernes por la noche en FNAC-I
Illa diagonal, el momento de la presentación del libro de Rafael Olalla – Triky el bombero de Santa Coloma de Gramenet que perdió el rostro en una explosión el 12 de enero de 2006.
Perdió el rostro y mucho más. En un segundo perdió la cara, huesos, el ejercicio de la profesión, la libertad durante muchos meses, el proyecto de vida que había creado, la seguridad que sentía en esos momentos…
Siendo directora del Institut de Seguretat Pública de Catalunya (2011-2015), conocí a Triky. Quedamos para comer en el comedor de la escuela. Solo había pasado por las primeras intervenciones para la reconstrucción de su cara cuando nos encontramos. Quedarían muchas más.
En su magnífico libro “69 tornillos y ciego. ¿Ahora qué?” de Eride Ediciones podrán encontrar su relato de los hechos. Un relato impactante, tanto por cómo explica su vivencia como por cómo decidió afrontar su accidente y sus consecuencias.
A mí, que me apasiona tanto hablar de liderazgo por valores –porque no nos engañemos, es mi verdadera pasión–, Triky representa justamente eso: liderazgo por valores. Coraje, humildad, resiliencia, generosidad, amor, bondad, superación…
Como os digo, el viernes fui a la presentación de la tercera edición del libro. Él me invitó por redes sociales. Llegué 5 minutos después de que hubiera comenzado la presentación. No llegué tarde por placer. Había estado con mi padre, muy delicado de salud, en una tarde especialmente complicada. Pero quise estar allí. Quería acompañar a Triky en esta nueva presentación.
En un momento determinado, me pidió que subiera al estrado. Él recordaba mucho mejor que yo el contenido de nuestra conversación durante la comida. Le pedí que fuera profesor de la escuela de bomberos y policía y que actuara como coach. Lo hizo durante esos años.
No recordaba los detalles, pero el viernes confirmé que la propuesta que le hice tenía todo el sentido del mundo, ya que su conocimiento era más que útil para los nuevos profesionales y los que ya lo eran.
En un mundo competitivo, donde la economía se impone a todo, terminar la semana escuchando a Triky, viendo la emoción del auditorio, su energía, su positividad, su alegría, es sin duda el valor más importante que existe. Mucho más importante que el Ibex 35, el Nasdaq o las Bolsas de Nueva York, Tokio, Hong Kong o Toronto.
La lección de vida que nos daba el viernes Triky estoy segura de que no generó compasión entre el público, sino que las miradas eran de admiración, de querer ser capaces de ser como él, de tener la capacidad de dar valor a lo que realmente lo tiene, de saber que habiendo tenido una vida difícil, luchó por su pasión de ser bombero y, cuando lo fue, en un instante, se rompió todo: el rostro, las ilusiones, el ejercicio de su profesión, los sueños, el proyecto de vida que había creado. En un instante, todo se rompió.
Ahora, con su 5% de visión, nos dice que cuando la vida te deja desnudo, lo mejor es reír y amar.
El testimonio más grande era la mirada de su hijo, Rafilla, en la sala. Creo que es imposible que una persona sienta más admiración por alguien, por su padre. Y el amor de su padre hacia su hijo. Brutal.
Seguramente, algunos podrán pensar que hacer referencia a Triky no genera likes, ni lecturas, ni noticias.
Os puedo asegurar que por mi lugar de trabajo, hoy alguno de nuestros proyectos ocupa los periódicos de todo el mundo. Nada será tan relevante como lo que podemos aprender de Triky.
Gracias, Triky por ser un líder. Gracias por todo lo que nos enseñas. Gracias porque contigo el mundo es mejor.
Comprar el libro. Leedlo. Aprendamos de él.
En mi blog comparto reflexiones y pensamientos sobre los fundamentos que han de garantizar el buen funcionamiento de las organizaciones, situando en el centro a las personas y poniendo énfasis en la dirección por valores y en el liderazgo de los directivos.
En un momento como el actual, el respeto, la potenciación del talento y el establecimiento de relaciones de confianza son necesarios para el éxito de las empresas.