Liderazgo y jóvenes con sentido

Los jóvenes quieren liderazgo transformacional

Hablemos de liderazgo

Hablemos de jóvenes con sentido

Hablemos de jóvenes con valores

Ayer hablaba con un joven de 33 años. Con él valorábamos la evolución de nuestra sociedad en los últimos 20 -25 años. Su percepción es que la generación de los que nacimos en los años 60’s o 70’s lo hemos tenido más fácil que la generación de los 80’s o 90’s. Opinión de un joven que nos da para pensar. ¿Estábamos hablando de liderazgo?

Los nacidos en los años 60-70’s no vivimos de lleno la dictadura. Éramos niños, adolescentes o muy jóvenes. No la conocíamos ni vivíamos como los adultos, pero éramos también producto de sus consecuencias.

Recuerdo a mi madre decidiendo un voto en las elecciones municipales porque en una de las listas había una mujer.

Yo iba a la escuela de lunes a viernes de 9 a 19 h contando las actividades extraescolares -normalizadas-, y sábados por la mañana de 9 a 14 h. El baño de casa estaba fuera en el “patio”. No teníamos agua caliente en el cuarto de baño. Calentábamos ollas de agua en la cocina de carbón y la añadíamos al agua fría de la bañera. Nos bañábamos una vez a la semana. De vez en cuando, si teníamos que ir a Barcelona al médico, nunca nos habíamos planteado entrar en un bar y pedir un agua. No teníamos calefacción ni por supuesto aire acondicionado y recuerdo las noches en el patio sin poder dormir por el sofocante calor y las noches de invierno durmiendo con varias mantas encima que por cierto pesaban más que yo. Uniforme diario para ir a la escuela y UN solo conjunto y UNOS zapatos para los fines de semana.  Teníamos una televisión con blanco y negro. Mínima programación.

Todo ello en una familia de nivel medio. Familia trabajadora, abuelos, padre y madre, trabajadores de largas jornadas, -la madre sin contrato ni por supuesto seguridad social-. Ellos se esforzaron por darnos formación.
A mí ir a la universidad a una distancia de 15 km me costaba más de dos horas, un autobús, un tren y otro autobús. Frío. Mucho frío.
Elegí la carrera universitaria-, -en parte, obligada porque no había comunicaciones suficientes para acudir a la Universidad de Barcelona, donde impartían uno de los estudios que deseaba hacer.
Trabajé 8 horas al día mientras estudiaba en la Universidad.
Para mí y para mis compañeros encontrar trabajo al terminar era un verdadero reto. La perspectiva era difícil. Sueldos bajos.  Adaptación. Aprender. Mejorar.
Derechos y obligaciones. Compromiso. Esfuerzo. Trabajo.

Nada era fácil.

Más adelante, abriéndonos caminos en la adaptación del trabajo (por cierto nada que ver con la carrera estudiada), trabajando larguísimas jornadas, se llegó a etapas de más ingresos y más consumo. 

¿Pero qué ha pasado para que los jóvenes de los años 80’s y 90’s entiendan que su vida es más difícil que la de los nacidos en los 60’s y 70’s?

Después de este “relato” podríamos pensar: “no tienen razón“. No es cierto. Tienen suficientes razones para sentirse así.

La verdadera revolución industrial, y en consecuencia, social, se ha producido en los últimos 30 años.

  • Internet ha sido un motor de cambio brutal en la sociedad. Lo que ocurre en un punto del planeta lo conocemos toda la población mundial en unos minutos: ricos y pobres, adultos y niños.
  • Las redes sociales son una de las principales herramientas de manipulación.
  • La economía se basa en el crecimiento económico continuado y desmedido.
  • Se ha fomentado el consumo desorbitado, sin ningún sentido, sin ninguna reflexión, sin ninguna lógica.
  • Destrucción -sin límites- de los recursos naturales del planeta.
  • Horas y horas en frente de una pantalla, muy a menudo sin ningún sentido, ni con contenidos de calidad. Perder el tiempo, mirar, distraerse… Volumen de información desmedida. Menos reflexión. Menos memoria. Más dificultad de conectarnos desde la proximidad real, física.

Y todo esto nos ha llevado a una sociedad que ha rechazado la educación por valores y las acciones de acuerdo con los valores del respeto, del compromiso, del rigor, del conocimiento y de la profesionalidad.

Hemos llegado al punto en que los más jóvenes han crecido en esta última visión: la de la inmediatez como normalidad, la de los influencers (demasiadas veces haciéndose ricos sin ningún tipo de conocimiento ni esfuerzo), la del consumo desmedido, el de la selva económica gobernada por unos pocos que no les dan opciones para entender que el trabajo dignifica, que el conocimiento sirve de ascensor social, que el esfuerzo tiene recompensa.

Ellos, los jóvenes, hoy no comprenden, y con razón, cuál debe ser su misión y su rol:

  • ¿Trabajar incansablemente?
  • ¿Comprometerse para optar para adquirir el mejor conocimiento?
  • ¿Desarrollar el talento si no les sirve para vivir en concordancia con su esfuerzo.?

Todo ello les lleva lógicamente a la frustración, desesperanza

Y tienen razón cuando dicen que los de la generación de los 60 y 70’s vivíamos mejor.
Sabíamos que trabajando y estudiando tendríamos muchas más opciones de tener una vida mejor.

Hoy ellos no lo tienen. No hay razón. No hay objetivo que fundamente su sentido de hacer y ser. Solo gana “el mercado” que no tiene ni cara ni nombre. Saben que presentarse a ofertas laborales significa, en muchos casos no tener ni respuesta o en las ofertas de trabajo por puestos calificados, tener que presentar proyectos realizados con un montón de horas que a menudo no tendrán ni respuesta. Entrevistas, convocatorias, sueldos bajos. Gana el dinero por el dinero, el mercado más salvaje.

Y sí, todo ello afecta a los de estas generaciones de los 80’s o 90’s y posteriores. También son afectados los de las generaciones previas que quieren un nuevo puesto de trabajo. Y como ejemplo os propongo, que miréis las ofertas de trabajo para un abogado. Ofertas a 20-25.000  €/año. ¿De verdad? ¿Después de una carrera universitaria? ¿Después de años de experiencia?

¿Qué está pasando?

En definitiva, los jóvenes de los 80’s y 90’s tienen toda la razón del mundo cuando dicen que su generación vive peor.

Viven sin que sean respetados sus valores ni los de quienes les rodean. Viven en medio de una selva económica, de la cual son los más perjudicados, en la que todo es válido para que unos pocos tengan unos extraordinarios rendimientos económicos con el esfuerzo de muchos.

Y con todo ello, algunos en los que me incluyo, ilusa de mí, seguimos defendiendo la educación por valores, el liderazgo transformacional, por valores o ético. Y cuesta hacernos un sitio, porque simplemente esta vía no interesa a los pocos que nos gobiernan (no me refiero a los políticos, que también son víctimas en muchas ocasiones) y nos manipulan para seguir disfrutando en esta etapa de la humanidad en la que es más fácil actuar con el todo es válido para disponer de dinero, dinero que son imprescindibles para vivir en esta sociedad de consumo “obligado”.

Los mayores observamos con tristeza lo que nuestra generación ha hecho para hacer esta vida peor a los más jóvenes.

Me quedo con la ilusión y con la esperanza de que estos jóvenes y los que vendrán acabarán con esta forma de actuar sin escrúpulos, sin o con pocos valores, porque ellos sí quieren una sociedad ética y justa. ¡Se la merecen!

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