De la maldad a la bondad. Firmeza, coraje y compasión

Todos nosotros en un momento u otro hemos reflexionado sobre el porqué de la maldad en el mundo. Hay asesinatos, violaciones, abusos, estafas, engaños, ataques, mentiras, falsificaciones, desprecio … y todo ello ocurre a nuestro alrededor.

A menudo, queremos cerrar los ojos y pensar que todos estos actos pasan a una cierta distancia, cuando sabemos que parte de estos hechos pasan muy cerca de nosotros.

Ya fue Darwin quien trabajó en el concepto de maldad al elaborar su teoría del origen y de la evolución de las especies. Está demostrado que el genes determinan una buena parte de nuestro comportamiento y de hecho hay estudios que demuestran que determinadas estructuras de los cromosomas son más frecuentes entre las personas más criminales. Por otro lado, una parte de nuestro comportamiento depende de la educación, la cultura, el entorno y en parte, de la buena o mala construcción de nuestro sistema emocional.

En la vida cotidiana de nuestra sociedad, la maldad no suele tomar la forma de asesinato, entendida como la muerte violenta y física de una persona. En cambio vemos muchos ejemplos de actos hechos en conciencia que provocan especial dolor a las otras personas.

De alguna forma, la maldad mata al inocente.

Pero ..

  • ¿Qué provoca que una persona mienta para hacer daño a otros?
  • ¿Qué provoca que una persona necesite sentirse poderoso por encima de los demás? ¿Por qué para sentirse poderoso, puede llegar al punto del “todo vale”?
  • ¿Por qué la necesidad de sentirse por encima de los demás?
  • ¿Por qué la necesidad de aniquilar la veracidad?
  • ¿Por qué la necesidad de destruir a los inocentes?

Reflexionando sobre estas preguntas, y, leídas una vez escritas, tengo la sensación de que se trata del guión de una película que no se corresponde con la realidad. Desgraciadamente es la realidad.

Para mí es importante decir que no se trata de dividir el mundo entre buenos y malos, puesto que sería de una simplicidad que ofende, pues todas las personas en un momento u otro de la vida podemos hacer daño, aunque sea de forma involuntaria. Sé que en nuestra sociedad hay personas que consideran estas prácticas (mentir, menospreciar, aniquilar la verdad, destruir inocentes) como la normalidad para sobrevivir en nuestra sociedad.

La respuesta a estas preguntas no es simple ni única. A buen seguro que son muchos los motivos que impulsan a las personas a actuar así.

En definitiva lo que se busca con estas prácticas es “sentirse”, que un / a “ES“.

Querer “poder” es legítimo, si este poder es para mejorar la sociedad u organización a la que se pertenece. Ejercer el “poder” con “el todo vale” se sinónimo de la debilidad de quien lo practica.

Querer ser “el más importante“, “el único”,el mejor“, “el más poderoso” o “el más rico” se sin duda la prueba más clara de la debilidad y de la búsqueda de su propio “SER“.

A menudo las personas buscamos fuera lo que no sentimos dentro de nosotros.

Nadie aplica estas prácticas como hobby, pues quien las práctica sabe perfectamente que actúa mal, pero necesita vitalmente engañarse a sí mismo para sobrevivirse a él.

El autoengaño es durísimo. Y lo es porqué la persona que lo hace tiene pocos recursos personales. Son personas que se sienta solas, y, poco o nada queridas y casi en un estado de desesperación silenciado actúan a través de las malas prácticas para conseguir encontrar fuera lo que en su interior no encuentran.

Al final la verdad sólo se revela en contacto con nosotros mismos y aunque podemos luchar cada noche llenándonos falsas razones que nos justifiquen las malas acciones, sabemos realmente si actuamos bien o mal. Sólo ante la muerte, sabremos si hemos actuado limpiamente o jugando sucio. Este será nuestro verdadero momento.

Esta no es una reflexión moral. Me parece importante reflexionar sobre ello pues nuestra sociedad debe afrontar de cara la realidad.

De poco sirve saber ir a la luna o descubrir el universo, si cada día destruimos a nuestros compañeros.

El otro aspecto de la maldad es como darse respuesta.

Quién es receptor y víctima de la maldad, puede responder con rabia, impotencia y maldad. O por el contrario puede responder con una profunda reflexión, observando con objetividad a quien la emite. Comprendiendo sus carencias y preguntándose a su vez por las propias.

El juicio y la maldad de algunos, no puede destruir la inocencia de otros.

Siempre la maldad será maldad. Siempre la inocencia será inocencia.

Reflexión y aprendizaje, comprensión y compasión son los elementos que más nos pueden ayudar para responder a la maldad.

Comprender y compadecer no significa ser sumiso y aceptar con normalidad los actos de maldad que se reciben. Se trata de dar un paso profundo, para comprender al otro, sabiendo diferenciar lo que está bien de lo que está mal, pero a la vez comprendiendo el porqué la persona origina sus acciones. Comprender nos ayuda a nosotros a avanzar. Quedarnos en el odio, la rabia y en el pozo de dolor nos hunde y da la victoria a la maldad.

Es evidente que en algunos casos, la maldad llevada al límite pone también al límite la vida del que la recibe. Sea como sea, sólo la bondad puede ganar la partida, porque ante la muerte será el único juicio que nos será válido.

Los profesionales (psicólogos y terapeutas regidos por un código ético de confidencialidad) están para ayudar a quien no sabe actuar limpiamente y con bondad. Dentro de cada uno de nosotros está la respuesta y las herramientas para actuar desde la bondad. Sólo se trata de sincerarnos con nosotros mismos, ponerle coraje e intentarlo.

Nuestra sociedad necesita aprender a funcionar con bondad y necesita dejar atrás la maldad.

Basta al ego desmedido. Basta al abuso de poder. Basta el menosprecio a las personas. Basta a las mentiras. Basta a la falsedad. Basta a la corrupción. Basta al engaño. Basta al egoísmo.

Ha llegado el momento de la sociedad de los valores:

  • Bondad
  • Respeto
  • Sinceridad
  • Lealtad

Para algunos esta reflexión de mi blog será un mensaje de buenismo*. Para muchos otros es una necesidad.

Las personas somos capaces de hacerlo. Necesitamos coraje, humildad y mucha fuerza de voluntad. Todos y cada uno debemos mejorar y asumir nuestras propias responsabilidades para hacerlo. No tenemos alternativa si no queremos destruir nuestras vidas y las vidas de nuestros hijos. Nosotros y nuestros hijos merecemos un mundo que funcione para valores.

Hagámoslo!

* No me gusta la palabra buenismo. Se utiliza para triviliazar la bondad.

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