
A lo largo de los años trabajando en el desarrollo de liderazgo en mandos intermedios y directivos, he tomado conciencia de la importancia de identificar la naturaleza de las fases que se viven para tomar decisiones.
Tanto a nivel personal como profesional todos queremos transformar nuestras inquietudes en realidades. Aunque no siempre es fácil saber lo que nos inquieta, ni tampoco es fácil saber qué queremos, –en concreto-, para poder sentirnos bien.
Es frecuente escuchar a las personas expresando que quieren estar bien, sin saber qué es exactamente lo que les puede hacer sentir bien. Muchas veces no sabemos a dónde queremos llegar y es por eso que no llegamos.
Difícilmente se llega a un estadio de satisfacción plena, bien respecto a una empresa, puesto de trabajo, vivienda, pareja o amigos, si no sabemos qué queremos en concreto.
Para estar bien, no es suficiente hacer un cambio para que nos conduzca a ello. Hay que identificar claramente lo que nos gusta, para encontrar el marco óptimo de satisfacción.
Hay etapas de insatisfacción en la que sabemos perfectamente lo que no queremos y el deseo de llegar a un destino que nos satisfaga.
El problema principal es que a menudo nos es difícil identificar lo que queremos. No sabemos lo que nos puede hacer sentir verdaderamente satisfechos y hacemos de nuestra vida un prueba y error, en medio de muchas etapas de inacción por no saber hacia dónde dirigirnos.
De alguna manera todos sabemos en genérico lo que nos gustaría alcanzar para estar bien, pero los miedos y las inseguridades nos paralizan. De hecho, muchas personas no logran sus deseos por miedo al fracaso y por tanto renuncian a sus sueños, a veces muy silenciados, incluso consigo mismos.
Sería fácil pensar que nuestra vida funciona por un mecanismo simple y lineal. Es decir: me gusta un determinado trabajo, pues tomo la decisión de hacerlo. O me gusta un modelo de vivienda y trabajo para conseguir vivir en ella.
Pero nuestra mente es más compleja. Identificar claramente lo que queremos no es fácil. Puede ser incluso por la variedad de objetivos que nos gustan podemos quedar frenados. O quizás por no creer que los podamos alcanzar. O porque se tiene miedo de dar los pasos correspondientes.
Hay una fase, que es la de maduración inconsciente. Es aquella en la que no tenemos ni siquiera conciencia de que la estamos trabajando. Maduramos en silencio el objetivo, a veces de forma transparente incluso para nosotros mismos. Los que me conocen me han escuchado decir que es el proceso donde hacemos chup-chup (como si se tratara de la elaboración de un guiso). Elaboramos ideas sin dedicar tiempo consciente y maduramos de forma silenciosa nuestros objetivos. En muchas ocasiones este proceso es lento, laborioso y largo.
Hace unos años, tuve la suerte de escuchar y compartir un fin de semana con Salvador Pániker Alemany (Barcelona, 1 de marzo de 1927/1 de abril 2017. Ingeniero. Filósofo y escritor).
Recuerdo largos paseos cogida de su brazo en medio del bosque de Tavertet. Yo escuchaba atentamente sus sabias reflexiones. En un momento me dijo que en la vida hay momentos de gracia. Rápidamente le pregunté qué era un momento de gracia, a lo que me respondió: “en el momento que te encuentres lo reconocerás”.
A lo largo de los años he pensado mucho. Y claramente los momentos de gracia son aquellos en que se culmina este proceso de reflexión interna y de maduración de una idea, y en que sin explicación lógica, se encuentra la respuesta a una cuestión que podía hacer mucho tiempo que estaba pendiente de resolver.
Los momentos de gracia no son pues momentos de iluminación ni de mística ni celestiales. Son momentos en que el proceso de reflexión interna ha sido suficiente, aunque como he dicho, este tiempo haya sido transparente incluso para nosotros mismos.
Son momentos en que de forma simple, sabemos qué queremos y sabemos cómo lograrlo.
Uno de los elementos importante que facilitan la consecución del momento de gracia, es la gestión de los miedos internos y de las inseguridades personales. Poco a poco las vamos superando, porque vitalmente maduramos. Es en este momento que somos capaces de gestionar y trascender el ego que nos protegía de la toma de decisiones.
Llegamos pues al momento de gracia cuando estamos en contacto con lo que somos realmente nosotros mismos, en que nuestras fortalezas son presentes y nos hemos sobrepuesto a nuestras inseguridades.
Es interesante pues tomar conciencia de esta etapa de reflexión, pues a menudo nos exigimos respuestas que no estamos preparados para encontrar. Simplemente porque necesitamos del tiempo del hervor. Después, cuando estemos a punto, disfrutaremos del momento de gracia y podremos avanzar con seguridad.
En mi blog comparto reflexiones y pensamientos sobre los fundamentos que han de garantizar el buen funcionamiento de las organizaciones, situando en el centro a las personas y poniendo énfasis en la dirección por valores y en el liderazgo de los directivos.
En un momento como el actual, el respeto, la potenciación del talento y el establecimiento de relaciones de confianza son necesarios para el éxito de las empresas.