¿Qué es el éxito social? O no …
Desde hace algunas semanas que en mis relaciones sociales toma fuerza la reflexión sobre la importancia (o no) de ser fiel a los principios ya los valores. Dando un paso más allá se debate sobre cuál es el enfoque de vida que da resultados más “efectivos”.
Hablemos primero de qué entendemos por éxito.
Hace 80 años el éxito era sobrevivir a la guerra y era poder comer. Después de la guerra civil el éxito fue poderse formar y tener estabilidad personal y económica ejerciendo una profesión.
En las últimas décadas en nuestra sociedad ha ido calando la idea de la importancia del éxito social.
Si nos paramos a pensar, el llamado “éxito social” comenzó cuando se admiraba a los ejecutivos que sabian ganar y, hacer ganar, mucho dinero en poco tiempo. Obviamente y ligado con este proceso la política se sumó a ello.
En los últimos años la evolución social a partir de las tecnologías de la información y la comunicación ha llevado aún más lejos el concepto de éxito social.
Hemos vivido años en los que la telebasura busca a través de la inmundicia humana los récords de audiencia. En ellos todo es válido: mentir, utilizar las emociones más íntimas, las muertes de niños, de familiares, bodas y divorcios. El dolor de las personas. Idealiza el culto al cuerpo y a la estética, obviando la salud física y mental. Y también en estos programas se ha transmitido el mensaje de que el conocimiento no es en ningún caso la base fundamental para tener éxito en la vida.
En las interioridades de la política, se escuchan frases como: “Hay que resistir y mantenerse”. “La política es eso: hoy blanco, mañana negro. Ya se sabe. Es el juego político “. “Lo que cuenta son las relaciones”. “No hay que ser purista”. “Hay que esperar, ya llegaran los nuestros y nos situarán a todos los afines”. “Elige bien la familia política. Elijamos la que tiene futuro “. “Es trabajador por tanto no sirve para la política”. “Quiere transformar: ingenuidad!”. “En política hay que ser estratega! (Que es sinónimo de decir: da igual lo que se defienda, lo más importante es mantenerse). “Voy con quien mejor puesto me ofrece. Esto es la política. Para él / ella ya he hecho bastante “. “Lo siento. Yo también hago carrera política. Tengo que pensar en mí “.
Hoy en líneas generales se valora como éxito todo lo que se consigue sin necesidad de fundamentarlo en el conocimiento y en el saber.
Se valora especialmente “al llegar arriba”.
Ocupar un lugar alto en un organigrama con el menor tiempo posible es valorado.
Y este “lugar alto”, puede ser o bien en un organigrama gubernamental o en el número de seguidores en la red o medios de comunicación.
El elemento principal que valora el éxito es el twit!
Y va bien pararse a tomar una fotografía del momento.
Podríamos decir que hoy el éxito social es inversamente proporcional al conocimiento.
Pocos ciudadanos conocemos el nombre de los mejores investigadores de nuestro país, mientras que muchos podríamos decir algunos nombres de los “vacios” actores de tele-basura.
Pero … qué por qué y cómo hemos llegado a (mal) definir el éxito social?
Hoy se considera que el éxito social no puede contemplar la actuación de acuerdo con los valores. Muchas personas que han elegido este paradigma de éxito social, no quieren ni pararse a hacer este debate. Les incomoda, por lo que consideran que es un discurso de moral propio de quien está frustrado o deprimido. Les es más cómodo evitar la reflexión que reconocer que para llegar a tener mucho dinero o mucha posición, lo han hecho sin respetar los valores, que es sinónimo de no respetar a las personas.
Actuar de acuerdo con los valores no está reñido en la evolución de la forma de pensar. Ciertamente, las circunstancias cambian y es fundamental saber adaptarse. Pero adaptarse no significa renunciar a los propios valores y los propios principios.
Lealtad. Profesionalidad. Coherencia. Conocimiento. Ética.
Son los valores que hemos o deberíamos tener presentes en nuestra vida y que deben fundamentar nuestras acciones.
El verdadero éxito social es aquel que se fundamenta en estos valores. Es lo que te permite cada día mirarte al espejo y saber que has jugado limpio, aunque para ello hayas perdido tu posición social o la disposición en poder estar arriba del organigrama.
Nuestra sociedad avanza en todos los aspectos a la velocidad de la luz. Miremos pues la evolución de estos últimos 80 años.
Nuestros padres vivieron una guerra y una posguerra. Con pocos recursos priorizaron el trabajo, el esfuerzo y la educación de sus hijos para que pudieran afrontar con éxito (real) el futuro. Es decir que pudieran vivir, trabajar y tener una vida digna.
Los políticos que hicieron la transición actuaron de acuerdo con estas valores. Trabajaron (con errores humanos como todo el mundo), pensando en los derechos y las libertades de los ciudadanos de un país.
Ahora es momento de recuperar la política de valores para impactar en la sociedad y por tanto también en entidades y empresas. Estamos lejos.
Debemos superar que el éxito social no sea aquel que se fundamenta sólo en las tertulias de la tele-basura o en las horas invertidas haciendo amigos en un bar o en el número de “like” en una red social.
El actual paradigma de éxito social es decir, ocupar un lugar relevante o tener dinero, sin fundamentarse en una actuación para valores, lleva a la destrucción de nuestra sociedad.
Son muchos los ciudadanos que cada día se alejan más de este paradigma. No se alejan porque no lo pueden lograr, sino porque no les interesa. El trabajo por valores menudo es anónimo y no hace miles de seguidores en la red. Hoy este modelo está en manos de una parte de los políticos y de los dirigentes de entidades y empresas. Esta parte de dirigentes tapa totalmente a los que siguen el modelo de actuar de acuerdo con los valores, pues ocupan el espacio mediático y por tanto impacta directamente a la sociedad.
Es momento pues de que entre todos pidamos que los políticos y los dirigentes de todos los ámbitos actúen por valores y respetando sus principios.
Se lo debemos pedir y lo tenemos que hacer, siendo nosotros los primeros que lo ponemos en práctica.
No podemos pedir o exigir a los otros los que nosotros no somos capaces de hacer.
Es momento para conseguir tener politicos y dirigentes de todos los tipos de organizaciones que se fundamenten en el conocimiento y que funcionen por valores.
Nuestra sociedad demanda y necesita una sociedad fundamentada en el conocimiento y en los valores.
Tenemos que ser limpios, coherentes y debemos tener fundamento. Es un camino más difícil y que requiere de compromiso y esfuerzo.
Pero vale la pena intentarlo. Nuestros hijos lo merecen y por ellos hay que luchar por conseguirlo.
En mi blog comparto reflexiones y pensamientos sobre los fundamentos que han de garantizar el buen funcionamiento de las organizaciones, situando en el centro a las personas y poniendo énfasis en la dirección por valores y en el liderazgo de los directivos.
En un momento como el actual, el respeto, la potenciación del talento y el establecimiento de relaciones de confianza son necesarios para el éxito de las empresas.
Es un artículo muy propio a la etapa que estamos viviendo como sociedad, y da gusto saber que si existe gente que piensa de esta manera. Sobre todo pensar en los niños y jóvenes que tienen que seguir evolucionando.
Muchas gracias Ariadna. Feliz de que compartamos la visión. Gracias! y salud!
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