¿Cuál es la fórmula magistral de la mentira?

Si lo miramos objetivamente es tan simple decir una verdad como una mentira. De hecho implica más esfuerzo y por lo tanto más gasto de energia decir una mentira que decir una verdad. Y aunque solo sea desde un punto de vista biológico, el gasto inútil de energía no tiene ningún sentido.

Pero a pesar de todo, las personas mentimos.

¿Por qué lo hacemos?

Debemos darnos cuenta que principalmente nos mentimos a nosotros mismos.

Veamos sobre qué mentimos:

  • Mentimos sobre otras personas
  • Mentimos sobre nosotros mismos

En ambas situaciones hay un factor común: la mentira siempre quiere “compensar” nuestro sentido de inferioridad. O mentimos para mostrar “lo mejor de nosotros” o mentimos “para hacer al otro peor que nosotros“.

En ambos casos lo único cierto es que la mentira nos demuestra a nosotros mismos que somos “pequeños” y nos muestra la poca calidad humana que podamos tener.

Hay ocasiones en las que podemos llegar a creernos nuestras propias mentiras y en este caso, por supuesto, se activa el sentido defensivo de nuestro sentimiento de inferioridad.

De hecho, la mentira es el espejo de nuestras propias carencias.

A veces nos mentimos íntimamente llenándonos de excusas y de razones, para evitar tomar decisiones que nos parecen difíciles o de las que nos sentimos incapaces de tomar.

Hay personas que mienten sobre los demás. Estas mentiras pueden ser “cotidianas” o pueden ser de “gran calado” y en consecuencia pueden tener un gran impacto negativo en la vida de las personas afectadas.

Podríamos hacer una amplia reflexión sobre cómo gestionamos cada personas las mentiras que se dicen sobre nosotros mismos. Pero hoy la reflexión es sobre la “composición” de la mentira y por lo tanto dejaré para otro post este aspecto.

Pero ¿por qué hay personas que generan habitualmente mentiras sobre otras personas?

Siempre que se miente sobre otra personas existe la voluntad de destruirlas, de despreciarlas y de hacerlas inferiores a como son.

Quién miente, es quien se siente realmente inferior y el “tamaño de la mentira” es proporcional al sentimiento de inferioridad que tiene.

Una vez la mentira ha sido creada es prácticamente imposible reparar sus efectos.

Podríamos pensar que los hechos y el tiempo darán la razón, pero también es cierto que una vez la información falsa está creada tiene un impacto negativo tanto en la persona afectada como en su entorno.

¿Cómo se siente quien genera la mentira?

Hay personas que tienen la mentira como un patrón de conducta.

Estas personas tienen problemas importantes consigo mismas, normalmente son defensivas y prepotentes, para demostrar al mundo su (falsa) “alta autoestima y su alta competencia”.

Quién genera la mentira se ve al mirarse en el espejo.

Algunas personas somatizan estas mentiras con enfermedades inexplicables por la medicina tradicional.

Actualmente en el ámbito de la política y de la prensa funciona en parte por mentiras. Pero la mentira no es exclusiva de estos dos sectores. También está presente en el mundo institucional, social, deportivo, empresarial y en la vida cotidiana de todas las personas.

En este momento de la historia el debate está sobre la mesa. Y las “fake news” se han llevado ahora a debate, porque algunos han sido especialistas en crearlas y a continuación se han visto afectados por mentiras que les afectan también a ellos mismos.

Pero la realidad es cruda.

Una parte de los medios de comunicación, -ayudados de las redes sociales-, tienden a normalizar la mentira sin ningún tipo de impunidad.

Los políticos, los periodistas, los directivos y todas las personas tenemos la responsabilidad de emitir informaciones veraces porque con nuestra acción tenemos impacto en la sociedad.

La mentira pues se lleva por delante la verdad. Está claro que hay periodistas, políticos y directivos que actúan correctamente, dando informaciones contrastadas. Pero el nivel de mentira que recibimos actualmente nos deja en una situación de duda permanente y de indefensión constante. Ello tiene un impacto especialmente negativo para los profesionales rigurosos que fundamentan y contrastan las informaciones.

La tergiversación de la información y de los hechos es el resultado de la verdadera pobreza humana.

El camino para solucionar este “deplorable” estado en el que vivimos, “el de la mentira” sólo pasa por la educación por valores. Esta educación debe comenzar forzosamente en la infancia, pero los jóvenes y los adultos tenemos la obligación social de aprender a funcionar por valores en cualquier momento de nuestra vida.

De hecho, tenemos la obligación de empezar todos a hacerlo ahora, aquí y hoy.

Lo he comentado muchas veces, sólo es posible actuar de acuerdo con los valores, cuando comprendamos la importancia de hacerlo, y tengamos la humildad y el coraje de darnos cuenta que no lo hacemos cuando nos sentimos inferiores, inseguros y nos convertimos en defensivos de nosotros mismos.

Nuestra sociedad reclama a gritos verdad y veracidad. Con la veracidad se respeta a las personas y con el respeto a las personas se hace una sociedad justa.

No se trata pues de diseñar grandes políticas gubernamentales, sino que se trata de que todos asumamos la responsabilidad individual de hacerlo.

Nuestros gobernantes tienen esta responsabilidad. Los políticos deben asumir que el daño que se está haciendo a la sociedad creando noticias falsas y acusaciones inventadas. Ello no tiene precio que se pueda pagar para reparar el daño individual y social que se haya producido.

Somos todos responsables de crear un mundo honesto en el que las mentiras no tengan espacio en la sociedad. Pongamos todos nuestro compromiso en hacerlo también en nuestra vida cotidiana.

Podemos empezar por dejar de dar falsas informaciones en comidas de amigos o de trabajo, dejar de elaborar informes que nada tienen que ver con la realidad y dejar de emitir informaciones falsas a través de los medios de comunicación.

Reparar el daño cuesta. Y un buen camino también es rectificar los hechos si responden a mentiras.

Nuestra sociedad necesita funcionar por valores y nos pide que lo hagamos.

Mirémoslo hacer entre todos. Empezamos por cada uno de nosotros.

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