De la política de la estrategia a la política por valores

En pleno siglo XXI se ha “normalizado” la política fundamentada en la estrategia de partidos con la finalidad principal de mantenerse en el poder.

Obviamente es necesario que los políticos tengan por objetivo lograr el “poder” gubernamental, porque es desde el Gobierno donde se pueden poner en marcha las iniciativas que pueden solucionar las problemáticas que afectan a los ciudadanos, bien sea en educación, sanidad, medio ambiente, movilidad, infraestructuras, seguridad de la población …).

Por lo tanto, querer ganar las elecciones es legítimo y es casi una “obligación” natural de los partidos.

En algunos países, del mal llamados “primer mundo”, los ciudadanos han normalizado la corrupción en la política. Esto significa que ha calado la normalización de que el poder político está fundamentado en sus propios intereses. Y por si mismo, este hecho es denunciable y es grave.

Nuestro país, así como muchos países de la Unión Europea y de América, y más obviamente de África y de Asia, tienen realidades muy duras de pobreza. En algunas de estas sociedades más desarrolladas, se omite la búsqueda activa de soluciones para paliar los míseros sueldos de muchas personas con las consecuentes problemáticas para vivir.

Coexisten pues actualmente, por una parte, esta versión dantesca de la política, donde el poder está pensado casi en exclusiva para gestionar sus propios intereses (bien sean de poder, de ego, económicos o de relaciones interesadas), y por el otra, unas necesidades vitales de los ciudadanos pendientes de recibir la priorización de las soluciones que necesitan.

Intereses económicos y de ego, están íntimamente ligados. La necesidad de algunos políticos de sentirse importantes, se relaciona directamente con la búsqueda de tener más recursos sin pararse a pensar si la vía para obtenerlos es suficientemente ética.

En este marco, la honestidad en la política es castigada. La política de valores es silenciada. Y es más, la política fundamentada en valores es expulsada de este sistema actual.

Quien conoce de cerca la política se ha dado cuenta de que hay que tener, como dicen algunos: madera de político, para mantenerse en activo. Esta “competencia” es sinónimo de saber y poder actuar con poca ética o si conviene con pocos valores.

Se puede observar lo que hacen algunas personas para mantenerse en ese “poder”. Pueden cambiar de partido sin ningún tipo de problema (algunos más de una vez, si les conviene). Pueden cambiar el discurso, siempre que los convenga. Cambiar de ideas si les da rendimiento y trayectoria personal. Atacar a los demás, para defenderse. Faltar el respeto, para sentirse en posesión de la verdad. Mentir. Crear noticias falsas. Difamar …

Podemos afirmar que todas las personas que hoy están en política, se ajustan a este perfil?

La respuesta es claramente: no.

Pero lo que si que es seguro es que las personas que hoy hacen política pensando en los ciudadanos, fundamentándose en los valores, y trabajando para mejorar la sociedad, lo hacen sufriendo mucho las condiciones y las consecuencias personales de un sistema general que ha perdido el verdadero sentido de ser.

Hacer política de valores, hoy es un bien escaso. En cambio es la principal meta de nuestra sociedad.

El “sistema” reclama la política de valores. La política que ponga por delante las soluciones a los problemas reales de los ciudadanos, mucho antes de que las pugnas por el poder de los políticos.

Cada día la sociedad reclama diálogo entre políticos. Está pidiendo que hablen, se entiendan y trabajen para llegar a acuerdos para encontrar soluciones a los problemas reales. Piden, pedimos, respeto profundo a todas las personas, hagan lo que hagan y piensen como piensen. Es tiempo de transparencia real, de verdad, de sinceridad y dejar atrás las estrategias vacías de interés común, para resolver los problemas reales de los ciudadanos.

Y este proceso no es el que deben hacer “solo” los demás. No se trata de “criticar a los políticos”. Se trata de que cada uno de nosotros aportamos lo mejor de nosotros en nuestra sociedad. Sólo así podemos construir un sistema, -también el político-, que se fundamente en valores.

Cada uno de nosotros podemos trabajar por nuestro liderazgo transformacional. Esto significa que todos y cada uno de nosotros tenemos que trabajar para actuar por valores. Entonces este “hacer”, se expandirá como una mancha de aceite y también serán los políticos quienes serán escogidos para gobernarnos, actuando por valores.

Algunos pueden pensar que no es posible. Otros creemos que este es el único mundo posible en el que queremos y podemos aspirar.

Quedémonos con la frase:

“No te preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregúntate que puedes hacer tú por tu país”. (John F. Kennedy)

Intentamos que entre todos, construimos un sistema político que nos genere confianza y nos aporte soluciones.

 

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