A lo largo de la vida nos encontramos con conflictos de todo tipo y normalmente son conflictos que nos preocupan aunque vistos en perspectiva, sean menores. Otras veces desgraciadamente los conflictos son importantes y tienen consecuencias graves en nuestras vidas.
En todos los casos los conflictos se producen entre personas que tienen puntos de vista diferentes. Si los conflictos son entre instituciones, son conflictos que también gestionan las personas.
Sería lógico pensar que ante puntos de vista diferentes, la normalidad es que unos y otros los expongan, los hablen, los traten, los debatan y el objetivo principal sea el de llegar al acuerdo.
Pero esta lógica a veces no se da.
¿Por qué?
Podríamos decir que uno de los motivos puede ser porque las diferencias son tan grandes que no es posible llegar al acuerdo.
Si miramos la vida cotidiana nos daremos cuenta de que en los casos en los que no se llega a ningún acuerdo, el resultado final siempre es negativo y siempre implica dolor para las personas.
Casos como separaciones y divorcios entre parejas o entre socios son ejemplos claros. Ante la imposibilidad de llegar a acuerdos, los miembros de la pareja sufren, sienten dolor y suele tener las mismas consecuencias por los hijos, familiares y amigos.
En los casos de conflictos entre socios de empresas y organizaciones el resultado es el mismo. El resultado es la disminución de resultados, la disminución de ventas y de la cuenta de resultados, con las correspondientes consecuencias para trabajadores, clientes y proveedores.
Las personas siempre tenemos la capacidad de llegar a acuerdos, por difíciles que sean y por impensables que los podamos considerar.
Es por ello que la herramienta de mediación es fundamental para superar las diferencias.
Pero más allá de esta potente herramienta que es la mediación, es necesario que nos adentramos en el porqué se mantiene un conflicto y en el porqué es tan difícil conseguir encontrar soluciones.
¿Qué es ganar?
Si consideramos que “ganar” significa llegar a un acuerdo bueno para todos, entonces podríamos decir que hemos superado con éxito el conflicto. Pero para superar los conflictos, es fundamental que nadie gane ni nadie pierda. Y esta ya famosa expresión del win-win desde mi punto de vista no es del todo la adecuada.
De hecho ganar, incluye un significado de que uno queda por encima del otro. Y el win-win quiere expresar que las partes ganan a las partes.
Pero … ¿tenemos que ganar? Y por qué queremos ganar?
Normalmente sentimos la necesidad de ganar cuando reaccionamos al mal que nos hacen o que nos han hecho. Y este es el verdadero núcleo del problema.
Y es humano y es necesario sentir dolor cuando nos hacen daño. Sentir dolor es natural como reacción a unos hechos que no deseábamos y no esperábamos. Y normalmente añadimos: no nos merecemos. Las emociones tienen un papel importante en nuestras vidas, pues nos dan información sobre nosotros mismos. También debemos saber respetarlas y comprenderlas.
En este proceso juega un papel relevante nuestro ego. Ego como necesidad de ser. Y en la reacción del sentimiento de mal, el ego se puede hacer fuerte para responder a la agresión.
Gestionar el propio ego y profundizar en la humildad es uno de los grandes retos de la vida de las personas.
A más ego, más necesidad de juzgar a los demás y de hacer culpables de todo a los demás.
Con más humildad, más capacidad de gestionar el propio ego y más capacidad de objetivizar los hechos y por lo tanto nuestras diferencias.
La sobredimensión del ego complica mucho las soluciones a los conflictos. Y en caso de que la persona tenga instrumentos para aplicar medidas sobre otras personas, la situación acaba convirtiéndose realmente compleja. (Por ejemplo, en una organización jerárquica, donde el “poder” lo tiene una persona con mucho ego, la solución de los conflictos es mucho más difícil).
Todas las personas debemos saber gestionar nuestro propio ego. Debemos saber objetivar el mal que sentimos. Debemos saber poner la atención en los hechos objetivos y evitar contemplarlos “sólo” desde nuestra visión y desde nuestras emociones. Ponerse en la situación del otro también ayuda a observar con más objetividad.
Cuando somos capaces de focalizar en los hechos y no en las emociones, somos capaces de encontrar soluciones. Las soluciones a los conflictos normalmente no responden a ver el deseo cumplido de ninguna de las partes, pero da un punto de equilibrio entre los intereses de dichas partes.
Los mediadores son expertos en esta gestión. Dejar que las partes expresen el dolor. Objetivar los hechos. Gestionar los egos (normalmente los mediadores lo hacen discretamente, pero lo hacen). Evitar hablar de culpas y de culpables. Poner la atención en los hemos y no en las personas. Y ponen sobre la mesa soluciones que permiten dejar atrás el conflicto que les “unía”.
Todas las opciones que ofrece un mediador son posibles de debatir y ser el inicio de una solución, si entra en juego la humildad y la gestión de los egos de cada parte.
Querer tener razón responde a la consecuencia de hechos que son objetivos y que necesitamos que se nos reconozcan. Pero tener la razón no es lo más importante. Lo más importante es la solución a los conflictos, porque en definitiva consigue que las personas dejen de sufrir.
El mediador es una figura importante en nuestra sociedad. Y en muchos casos es necesaria e imprescindible. Necesitamos disponer de profesionales preparados para esta función para solucionar conflictos en todos los ámbitos de la sociedad.
Pero para que la mediación tenga los efectos deseados necesitamos a todos una reflexión personal:
- ¿Por qué necesitamos ganar al otro?
- ¿Por qué necesito demostrar que tengo razón?
- ¿Cómo es mi ego? De qué está formado?
- ¿Cuántas inseguridades guarda mi ego? ¿Por qué necesito sentirme que soy fuerte demostrando mi ego más grande de lo que realmente es?
- ¿Qué me empuja a mí al conflicto y no a buscar la solución?
- ¿Cuántas veces digo: “Se ha demostrado que yo tenía razón”, sin pensar qué significa esta frase por la otra parte?
- Si veo la mediación como una debilidad, ¿qué busco realmente?
Es tiempo para la reflexión, para la responsabilidad, por la humildad, por la gestión de los egos, por el respeto profundo a las partes, para enfrentarnos sinceramente a la realidad y a la veracidad. No es tiempo para la humillación. No es tiempo para culpas ni culpables.
Es tiempo para ser generosos sabiendo que la generosidad no es humillación, sino que es calidad humana.
Sólo desde aquí podremos resolver los conflictos, por difíciles y complejos que sean.
No necesitamos ganar. No es necesario ganar-ganar.
Solamente necesitamos saber solucionar los conflictos que nos provocan dolor, con un profundo respeto a las personas. Y esto es el signo de la verdadera grandeza humana.
En mi blog comparto reflexiones y pensamientos sobre los fundamentos que han de garantizar el buen funcionamiento de las organizaciones, situando en el centro a las personas y poniendo énfasis en la dirección por valores y en el liderazgo de los directivos.
En un momento como el actual, el respeto, la potenciación del talento y el establecimiento de relaciones de confianza son necesarios para el éxito de las empresas.